Desde el primer día trabajamos a partir de nuestras propias potencialidades expresivas, hacemos entrenamiento corporal, emocional, de escucha, además de revisión y reflexión de nuestros privilegios y las violencias que nos atraviesan. Improvisamos, jugamos, cantamos y ponemos el cuerpo y la emoción en nuestras historias de vida, recuerdos, sensaciones, anécdotas, vínculos, dolores… desde el inicio hemos colectivizado el rol de la facilitación y la preparación de los encuentros, pueden enriquecernos del bagaje diverso de cada integrante del grupo.